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ⴲLa Mujer del Bosque (Seqvere Vestigia)

domingo, 7 de octubre de 2018

LO CORPÓREO EN LOS VIEJOS TIEMPOS...

En los viejos tiempos lo corpóreo era usado como amuleto y además, momificado. Por ejemplo; la rata se usaba para proteger el hogar. 


El sapo y el murciélago igual podían usarse para bendecir como para maldecir. 


Esto no es nuevo; desde el principio de los tiempos, y ya cuando el hombre comenzaba a adorar a los Dioses, los animales se sacrificaban debido a su conexión con la Naturaleza, con su misticismo intrínseco y con su relación con los mismos: se creía firmemente que estos tenían una conexión con la Naturaleza mayor que los propios seres humanos. Eran intermediarios entre Ella, la Divinidad y hombres y mujeres que se encontraban a medio camino de unos y otros. Y no iban tan desencaminados.

Dentro de mi Oficio, la Divinidad no es contemplada ni venerada, como ya he dicho alguna vez. Pero la Naturaleza, Ella, lo Más Alto, lo Más Grande, tiene muchas maneras de comunicarse con nosotros. Desde los Viejos Tiempos, cuando el Cerco se estaba gestando, hubo una diferenciación grande, amplia: las Mujeres Sabias, las Cunning, utilizaban ciertos animales para sanar y curar, aunque fuera a través de Trabajos del Oficio. Pero las Hedges, la Gente del Bosque, los utilizaron para conectar con la Naturaleza y recibir los mensajes que debían recibir. Para Hablar con los Sin Voz y lo Sin Nombre. Para Volar, Viajar, Saltar. Para Comunicarse.

Desgraciadamente, y debido a la Época Oscura, rápidamente los animales se convirtieron en parte de las brujas de toda clase y condición, y ambos en servidores del demonio. El resto ya lo conocemos: hubo una masacre, y toda esa Sabiduría Popular, Local, no solo se perdió sino que ya nunca volvería a ser igual. Actualmente estamos reconectando nuevamente con los Viejos Tiempos adaptándolo a los nuevos, Trabajando con liebres, serpientes, sapos y algunos más, pero tal y como actualmente se hace: sin sacrificio. Esperando siempre que la Natura nos ofrezca, de una y un millón de formas, que sus huesos aparezcan ante nosotros.
©Lola Rodríguez (L.H)

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